Los brutales atentados del 11-S contra Estados Unidos dejaron como legado, entre otras lamentables consecuencias, la tensión entre libertad y seguridad como binomio asociado a las políticas que los gobiernos han de desplegar para proteger a sus ciudadanos. Es un binomio ciertamente maniqueo, pero se implantó al amparo de otra de esas consecuencias que cualquier ataque terrorista o conflicto armado acaba germinando en cualquier sociedad: el miedo. Y es maniqueo porque, por lo general, a quienes más militante y fervorosamente apuestan por ampliar la seguridad aun a costa de restringir las libertades les suele guiar más un poso ideológico -cuando no económico- que un auténtico interés por el bienestar de la ciudadanía. Pues bien, los bárbaros atentados que el Daesh ha cometido en París llegan en un momento muy concreto para la Unión Europea, embarcada desde hace meses en un debate tan infructuoso como cicatero sobre cómo hacer frente a la crisis de refugiados que, provenientes muchos de ellos de países azotados por esa misma violencia salvaje de Daesh, han ido llegado al Viejo Continente. Y si nada lo remedia, no ha de tardar demasiado Europa en adentrarse en otro debate de tintes demagógicos, hipócritas e interesados como es el que defiende que una política migratoria aún más restrictiva puede impedir nuevas atrocidades como la de París -o antes, las de Londres o Madrid-. Le faltó tiempo a la presidenta del Frente Nacional francés para exigir que Francia abandone el espacio Schengen. La mera noticia de que un pasaporte de un refugiado sirio apareció en uno de los escenarios de los atentados del viernes -luego se confirmó que el documento era falso- ha servido para que empiecen aflorar las voces de dirigentes europeos para poner en cuestión las medidas de acogida de refugiados acordadas por la UE. Lo ha hecho en las últimas horas el ministro para Europa de Polonia, uno de los países que debería reubicar a un mayor número de asilados. También dirigentes de Eslovaquia, Bulgaria o Alemania. Hasta el punto de que el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, tuvo que terciar ayer: “No deberíamos mezclar diferentes categorías. La persona responsable de los ataques de París es un criminal, no un refugiado ni un demandante de asilo”.