Carezco de autoridad para opinar sobre lo que se denominan redes sociales, fundamentalmente porque no las uso: no consto en ninguna de ellas, ya lo he escrito en este espacio en varias ocasiones. Pero una cosa es no participar y otra dejar de comprobar las cotas de imbecilidad que puede alcanzar el ser humano cuando intenta demostrar algo a través de esas redes sociales. El otro día una cuadrilla malagueña, tres chicos y una chica, se aburría. ¿Qué podemos hacer? Ir a toda hostia con el coche por una vía limitada a 80 km/h. ¿Y a quién se lo contamos? A todos, porque lo vamos a grabar con el teléfono y después lo colgaremos en las redes para que nos vean los colegas, oye. Y es lo que hicieron. El director de la pieza rueda desde el asiento trasero derecho. Se ven las manos del conductor y la velocidad que alcanza el coche, que es lo que mola. Panorámica hacia la derecha y primer plano de la copiloto, que saca la lengua de manera guay. Vuelta al salpicadero para girar hacia el otro lado, donde dos risueños muchachos, entre ellos el operador de cámara, saludan y gritan. Fin de la aventura visual. Inicio de su desgracia. La Policía ve el vídeo, detiene al conductor y multa a uno de los colegas por no llevar cinturón. ¿Se puede ser más tonto? Entrenando, sí.
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