Gorka Urtaran cumple hoy 100 días con la makila en la mano, aunque durante este período de cortesía -que además ha coincidido con el paréntesis estival- todavía no ha acumulado medidas de calado como para poder visualizar un cambio de modelo de ciudad. El nuevo alcalde sí ha hecho gestos significativos -como crear un servicio de convivencia y diversidad justo al día siguiente de conformar gobierno, restituir la subvención a la asociación Bizitza Berria que atiende a personas en exclusión social o recuperar el programa juvenil Gauekoak- que han marcado la diferencia con su antecesor, pero el arranque de su mandato caminado prácticamente al ralentí. Bien es cierto que la puesta a punto de su equipo ha estado condicionada por dos cuestiones previas a su toma de posesión. Por una parte, las convulsas circunstancias que empujaron al mandatario jeltzale al frente de una mayoría alternativa conformada por cinco grupos -aunque el PSE se apeara a última hora de la votación plenaria por los vértigos de Ferraz- a quienes no unían un programa concreto de gobierno, sino los anhelos compartidos de desbancar al popular Javier Maroto por considerar que su controvertido discurso sobre los inmigrantes suponía toda una amenaza para la cohesión social de Vitoria. Y en segundo lugar, estos 100 días de gestión han estado lastrados por un agujero de 68 millones de euros en las arcas municipales que alegan haberse encontrado de sopetón y que se han dedicado este verano a achicar. Ahora bien, el inicio del curso político supone para Urtaran la hora de tejer alianzas -con la entrada de los socialistas en su equipo aún sin resolver y la asignatura pendiente de sumar más apoyos para aprobar unos presupuestos a la vuelta de la esquina- y, sobre todo, la hora de poner negro sobre blanco un proyecto de ciudad que responda a importantes retos que Vitoria-Gasteiz tiene ante sí. Desde la elaboración de un plan urbanístico que responda al desafío de coser internamente los nuevos y viejos barrios de la ciudad, hasta el trazado de un plan de movilidad -con las dudas sobre las nuevas líneas del tranvía aún en el aire-, pasando por la articulación de una auténtica política cultural en complicidad con los agentes locales, hasta ahora desoídos. En definitiva, la hora del tiralíneas para empezar a esbozar el dibujo de la nueva Gasteiz.