Vuelve Maroto, con premeditación y alevosía, una semana antes de su enlace gay y, como a él le gusta, dando titulares. Confieso que, al escucharle hablar de refugiados pensé dedicarle unas líneas, pero no lo voy a hacer. Me da que es lo que quiere, que se hable de él, aunque sea mal, y Vitoria no se merece que se hable de ella, aunque sea mal. Así que se las escribiré a otro Javier, mi primo, que el pasado miércoles pisó por vez primera las flamantes nuevas oficinas municipales. Acudió para dar de baja su carné de las piscinas porque lleva años sin utilizarlas y, además, no tiene suerte en los sorteos de los centros cívicos. Deslumbrado por el amplio hall del otro Ayuntamiento, cogió ticket y esperó su turno, apenas cuatro minutos, la verdad. Trasladó su solicitud pero... viaje en balde. Petición no resuelta porque ese trámite no se cumplimenta en las nuevas y flamantes oficinas de San Martín, ya que las nuevas y flamantes oficinas de San Martín carecen de oficina de atención al ciudadano, pese a que fueron levantadas para facilitarnos la vida burocrática. “Tiene que ir a un centro cívico, y el más cercano a su domicilio es el de Zabalgana”. “Ya, pero está sin construir”, respondió. Total, tuvo que repetir el trámite, esta vez en Olaguíbel, preguntándose si sería tan farragoso a la hora de pagar y darse de alta.
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