La desaparición en Siria de los periodistas Ángel Sastre, José Manuel López y Antonio Pampliega, supuestamente secuestrados por alguna de las numerosas facciones armadas enfrentadas en la guerra que sacude aquel país desde hace más de cuatro años, pone en evidencia una vez más el enorme riesgo que entraña la labor de informar en zonas de combate y de modo especial en el auténtico caos en que se ha convertido el conflicto sirio. De hecho y por desgracia, Sastre, López y Pampliega no son sino los últimos de una larga lista de informadores desaparecidos (se cuentan 30 periodistas en las cárceles del régimen de Asad y 25 más rehenes de los grupos yihadistas) cuando no fallecidos en Siria (Reporteros Sin Fronteras contabiliza estos últimos en 46 periodistas y 134 informadores sobre el terreno). Sin embargo, esas cifras son al tiempo una parte ínfima de la masacre siria, que suma más de 230.000 muertos ya, y parte relevante del intento de ocultar y manipular la información sobre la misma, que pretende por un lado publicitar una violencia inusitada y absolutamente salvaje, como la que muestra el Estado Islámico, y por otro sumir en un agujero negro de desconocimiento la realidad cotidiana de la brutal guerra que se desarrolla en aquel país; propósito que logra un cierto éxito cuando los principales medios de información han desestimado, salvo en momentos puntuales, cualquier relación directa con aquel conflicto. Y en esa falta de valoración mediática, que no es ni mucho menos ajena a la ausencia de relevancia que la propia sociedad desarrollada otorga a las denuncias sobre lo que sucede en Siria y en otros conflictos, reside al menos una parte de la tremenda decadencia del respeto al derecho a informar. Porque, en primer lugar, resta relevancia a la capacidad de denuncia de las informaciones y por tanto minimiza el respeto de las partes en conflicto hacia quienes las elaboran, lo que les banaliza como testigos y transforma en objetivos, y porque en consecuencia éstos ven precarizadas las condiciones en que realizan su labor -en Siria, el 99% de los profesionales sobre el terreno son freelance- lo que, si no logra incidir en su compromiso con la información, sí lo hace severamente en su protección ante una amenaza que siempre estaba latente pero que así se ha visto exponencialmente incrementada en los últimos conflictos.