La reunión del lehendakari Iñigo Urkullu con los diputados generales de Araba, Ramiro González; Bizkaia, Unai Rementeria; y Gipuzkoa, Markel Olano; va más allá de la visualización de la unidad institucional de Euskadi para constituir la imagen de la homogeneidad en la consecución de objetivos, con la prioridad socioeconómica como bandera tanto del Gobierno Vasco como de las tres diputaciones forales. En ese sentido, que las cuatro principales instituciones de la CAV estén lideradas por el PNV, liderazgo que además se asienta en la estabilidad de los pactos alcanzados con el PSE, debe ser un añadido en la potencialidad de Euskadi para afrontar la salida definitiva de la crisis, encarar la fase de crecimiento y desarrollo socioeconómico y plantar las bases de lo que debe ser la sociedad vasca y su papel en el mundo global que se adivina en la tercera década del siglo XXI. No en vano, ese objetivo pasa por el desarrollo de iniciativas políticas y legislativas que requieren de un trabajo conjunto y una coordinación institucional que no siempre ha sido posible en tiempos recientes -en algunas ocasiones por mero interés partidista- y que desde la homogeneidad política y un mismo concepto de país es mucho más sencilla. Es el caso, sin ir más lejos, de la elaboración en el Consejo Vasco de Finanzas de una nueva Ley de Aportaciones que sustituya y actualice a la que lleva prorrogada desde 2011, lo que permitirá mejorar la eficacia de las instituciones en su servicio al ciudadano. Pero también, por ejemplo, de su incidencia en la ejecución coordinada de los planes de empleo que diputaciones y gobierno ya llevan adelante, en los programas de inversiones y de impulso a la internacionalización de las empresas, en la elaboración de leyes básicas para el entramado institucional, como la Ley Municipal; en la reordenación y desarrollo conjunto de los servicios sociales, que son en la práctica el verdadero índice de desarrollo de un país; o en la política fiscal. Porque precisamente de la incidencia de esa labor de equipo en las políticas a implantar va a depender no solamente el mayor o menor éxito de las mismas y, por tanto, el nivel de desarrollo de nuestro país; sino también el futuro de la identificación de la ciudadanía vasca con su entramado institucional cuando parece, desde fuera del mismo, empiezan a surgir interesadas voces cuestionándolo.
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