No logro quitarme de la cabeza la idea de que existe una brigada de personas escarbando en lo que escribieron o fotografiaron o grabaron los nuevos que ahora gobiernan en numerosas ciudades. Hacen el ridículo. Y creo que muchos algo parecido por aceptar las dimisionarias consecuencias de la labor de la brigada sin un debate sereno. Todo tiene que ser rápido, ya, ayer. ¿Esto va a seguir? Parece que no se puede ya escribir judío en un contexto humorístico sin que lleguen atronando las trompetas de Jericó y brillando espadas flamígeras; o fotografiar a un negro con pistolón atracando una farmacia sin recibir la reprobación pública impulsada por algún colectivo defensor de etnias discriminadas debidamente desinformado; o rodar una comedia sobre una célula yihadista más voluntariosa que profesional en sus atentados terroristas sin correr el riesgo de acabar la carrera cinematográfica como profesor adjunto en el taller de alfarería de una cárcel violenta y oscura, para reducir condena. Y menos aún desempeñar un cargo público si eres responsable de alguna de estas tres aberraciones*. Recuerdo a políticos y medios de comunicación españoles defendiendo la libertad de Charlie Hebdo en su irreverente manera de hacer humor. Este país sí que es un chiste: hasta hay una brigada que los vigila.