Una de las características de un mundo idiota es la idiocia de sus gobernantes, primero, y de sus habitantes, en segunda instancia. Hasta aquí creo que todos podemos estar de acuerdo. Pues bien, observo que habitamos un mundo idiota y muchos se dejan idiotizar por la idiocia de sus gobernantes, término en el que incluyo a quienes gobiernan de verdad (es decir, a quienes ostentan el poder económico) y a las marionetas y peleles que, al menos hasta ahora, ocupan los edificios donde aparentemente se decide nuestro devenir. Y es que no logro comprender por qué se sigue midiendo la supuesta recuperación económica que dicen que disfrutamos usando los mismos baremos que nos llevaron al desastre que sufrimos: la construcción, la compraventa de casas y la concesión de créditos hipotecarios para entrampar a la ciudadanía en el engaño de la posesión. ¿Y qué me dicen de los datos de las contrataciones? Ver presumir a los muñecos gobernantes con esos datos en la mano resulta patético e insultante. Quieren que creamos que un contrato es sinónimo de puesto de trabajo, cuando las estadísticas que muestran se nutren en gran parte de contratos ultracortos, y los hay de hasta una hora. Si el tren de la recuperación es éste, convendría bajarse cuanto antes.