Fue de esas víctimas antiguas que jamás se dejaron atrapar por el odio, incluso en los tiempos en los que parecía que existieran intereses porque así ocurriera. No odió y siempre tuvo las agallas necesarias para realizar un trabajo incombustible en favor de la justicia, la verdad, el reconocimiento del dolor, la construcción de la memoria y la denuncia de lo que fue un cruel error desde el primer momento.

Va a ser enterrada en Vitoria, en su tierra. Ojalá esta tierra reconozca lo que hizo por la dignidad de quienes fueron víctimas y porque quienes no lo fuimos. Gracias, Ana María.