No es este un espacio para destapar noticias, pero me resulta difícil seguir guardando el secreto que pronto voy a revelarles. Estoy convencido de que algunos de ustedes, habituales lectores de prensa local, también desconocían lo que voy a desvelar unas líneas más abajo, por lo cual cabe colegir que la mayoría de gasteiztarras que no miran los periódicos ni escuchan informativos por la radio ni aunque se hunda el suelo bajo sus pies -y son legión, por experiencia lo escribo- jamás había tenido conocimiento de cosa parecida. He aquí la revelación: la estación de autobuses tiene un aparcamiento en el subsuelo. Ya está. Queda escrito. Algunos quizás ya se preguntaban, al pasar junto a la nueva terminal por el bulevar de Euskal Herria, qué utilidad podía tener todo ese subsuelo vacío donde de vez en cuando se veía algún vehículo parado. Pues no, parado no estaba: ¡estaba aparcado! Descubierto el misterio, ya sólo me queda compartir con ustedes una duda que no he logrado despejar desde que se inició la construcción de la estación sobre el foso de un aparcamiento que antes fue foso de otra cosa. ¿Para qué el aparcamiento, señores munícipes, si casi todos los vecinos tienen plaza de garaje en la vivienda? ¿Quién quería hacer negocio? No lo sé, pero se han lucido.
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