Aquel día ocurrió algo singular en los Territorios del Sur. Marothon, hijo de Marothon padre, discípulo de Alonshon, al que algunos llaman Verso Suelto, Señor de la Capital, Lector de los Anhelos del Pueblo, Faro del Zadorra, habló ante la multitud reunida bajo el estandarte de la ciudad, junto al Templo del Águila: “Una estrella brilla en la hora de nuestro encuentro. ¡He aquí la pulsera que estuvo rota una vez y fue forjada de nuevo! ¡Está con nosotros! ¡Admiradla! ¡Leed con atención y aprended las lecciones que se esconden en ella! No son mis palabras, no, las que os guiarán en las próximas semanas. No son las palabras secretas de Marothon, hijo de Marothon padre, que soy yo y estoy ante vosotros, bajo nuestra bandera”. Marothon se hizo a un lado. D’Anders, hijo de D’Anders padre, al que todo el mundo llama D’Anders, leyó: “Ash nazg durbatulûk, ash nazg gimbatul... Ash nazg thrakatulûk agh burzum-ishi krimpatul”. La multitud enmudeció. “¡Es la lengua de la morralla!”, gritó uno. “¡Pero no es batua!”, gritó otro. D’Anders, hijo de D’Anders padre, intentó ocultarse. Marothon, avergonzado y políglota, tradujo: “Una pulsera para gobernarlos a todos, una pulsera para encontrarlos, una pulsera para someter a los Territorios del Norte, tierra de la lengua de la morralla, donde se extienden las sombras”.
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