el registro del domicilio de Rodrigo Rato en Madrid muestra en todo su alcance el alto nivel de la corrupción en los estamentos más poderosos del poder político y económico del Estado español. Rato fue la gran esperanza del PP hasta que el dedo de Aznar le descartó como su sustituto para designar a Mariano Rajoy. Fue un hombre al que los medios de Madrid adulaban sin cesar, triunfador en la época aznarista de la burbuja inmobiliaria y los negocios fáciles y rico por familia. Ahora lleva camino de convertirse en el chivo expiatorio que necesita el PP ante la sociedad española para desviar la atención de los innumerables casos de corrupción que asuelan al partido del Gobierno a puertas de unas elecciones municipales y autonómicas claves. Un chivo expiatorio fácil. Porque su perfil cumple todos los requisitos para calmar el malestar y enfado del pueblo con el desastroso régimen de las últimas décadas. De todopoderoso ministro de Hacienda, director general del FMI y presidente de Bankia, pasa a terminar beneficiándose de la amnistía fiscal que se inventó el ministro Cristóbal Montoro para evitar el trago penal a buena parte de las grandes fortunas españolas -la cabeza de Rato servirá para salvar otras muchas de mayor poder- y ahora investigado por Hacienda por un presunto delito de blanqueo de dinero. Una carrera política de mal a peor en cada puesto y en cada responsabilidad. Rato representa el auge y caída de un poderoso al que su propia impostura, su absoluta convicción de impunidad de clase y seguramente una cualificación profesional y académica muy inferior a la exigida por las altas responsabilidades políticas y económicas que ha tenido, han acabado hundiendo en el fango reservado a los chorizos de alta cuna. No es el primer caso. Los historiales del felipismo socialista y del aznarismo popular tienen en sus filas otro buen puñado de personajes ilustres que han tenido un final público muy similar. En realidad, su caso y todos los demás reiteran la realidad de un sistema político que ha nadado sin cortapisas en las cloacas de la miseria ética a costa de los valores democráticos. Rato acumulaba ya hechos suficientes para haber visitado la cárcel, pero ser uno de los privilegiados del sistema se lo ha evitado hasta ahora. Pero es uno más de la larga lista de aprovechados que conforman el entramado de la corrupción española.