Ahora que todavía muchos se felicitan las Pascuas -también al lector de estas letras el autor se las felicita- podemos reconsiderar si es posible resucitar lo que parece un cadáver de no tan lejanos tiempos. Que haya esperanza y resurrección, recordando lo sucedido con el Cristo, es algo que depende en buena parte de nosotros. Después de un largo viaje por Marruecos uno se asombra de cómo construyen y se desarrollan otros países, fuera del Viejo Continente, cada vez más anciano también por su decrépita población y los modelos mentales que todavía atrapan nuestras oxidadas instituciones políticas y económicas. En muchos países de Iberoamérica, de África, en la Península Arábiga o en el Lejano Oriente, crecen las torres de brillante metal, se construyen autopistas y mejoran las infraestructuras, los hospitales, las posibilidades para vivir mejor. Ahora son también los ingleses, junto a los países mediterráneos (Portugal, España, Francia, Italia, Grecia...) quienes cada vez son más conscientes de que no progresamos y de que es posible sufrir un futuro peor que nuestro pasado. La vida es cada vez más difícil para la mayoría de los ciudadanos y el crecimiento ilimitado está cambiando por un menguar que afecta a casi todos; pero siguen algunos aumentando sus rentas, al parecer a costa de la mayoría. La idea de democracia está quedando seriamente herida ante esta galopante oligarquía que cada día demuestra con una evidencia más terrible que bien no funciona. Además, si las grandes fortunas empiezan a huir de Francia y otros países, algo va mal. Esto va desestabilizándose cada vez más. En Portugal he visto muchos carteles contra Alemania y sus condiciones de austeridad para la población, incluso promoviendo abandonar la moneda comunitaria, para intentar sobrevivir cada uno por su cuenta, si el conjunto no funciona. Florecen los nuevos partidos políticos, hartos los ciudadanos de la estafa que estamos sufriendo en todas partes por parte de los tradicionales personajes asentados en las cómodas sillas del poder, que han corrompido a menudo con sucios traseros. Hace falta limpiar esos tronos opacos de tantas tormentas como mullidamente han aguantado en estos años de bonanza. Aire nuevo y no fétido gas hace falta. Si queremos resucitar nuestra Europa rica e inteligente hará falta crear trabajos útiles, no sólo especular, y hacer crecer nuestras posibilidades, ante unos chinos que no paran de trabajar unidos. Huyeron nuestras industrias y nos dedicamos a vivir cómodos en un parque temático. Nuestra juventud, cada vez menos preparada por el descenso en el nivel educativo, tendrá que remontar esta decadencia, aunque habrá que ayudar a renovarnos, limpiar lo sucio, preparar mejor el futuro, hoy negro. Pero la resurrección existe.