Los ciudadanos griegos han optado por un cambio radical en su sistema político. Como estaba anunciado por todas las encuestas, Syriza barrió ayer en las elecciones celebradas en el país heleno, lo que significa un cambio de paradigma inédito en el seno de la Unión Europea, que observa lo ocurrido entre la incredulidad y el temor al efecto contagio entre los firmes partidarios de las medidas de austeridad y los recortes para afrontar la crisis económica -fundamentalmente, pero no solo, Alemania-, y el júbilo y la esperanza entre quienes apuestan por afrontar la cuestión de un modo radicalmente distinto. Grecia ha vivido los últimos seis años en estado de shock, sumida en el caos económico, social (300.000 familias en la pobreza y un paro galopante ) y político desde que estalló la crisis, que le ha afectado de una manera muy profunda, carcomida por la corrupción y con una deuda estratosférica, cercana al 180% de su PIB. Los ciudadanos griegos se han sentido literalmente humillados al ver que sus gobiernos -cuya responsabilidad en el estado de cosas es evidente: no se puede olvidar que engañaron sistemáticamente a Europa sobre su altísimo déficit- eran obligados por la troika a aceptar unos durísimos rescates a cambio de tomar drásticas medidas de austeridad. Cinco gobiernos en seis años dan idea de la dimensión de la crisis política y social griega. En estas condiciones, no era desde luego descabellado que los griegos optaran para su sexto gobierno por un golpe de timón, por una especie de esperanza blanca llamada Syriza, un partido populista de izquierda que hace unos años era poco menos que irrelevante pero que ha logrado concitar el apoyo de la gran mayoría de la ciudadanía en las urnas con un mensaje sencillo, dirigido a recuperar “la dignidad” de Grecia. Aunque su líder y previsible primer ministro Alexis Tsipras ha ido moderando sustancialmente su discurso, el triunfo electoral de Syriza supone un riesgo para la estabilidad de Europa. Está por ver cómo se resuelve la negociación sobre la deuda -descartada una quita importante-, el rescate y las medidas de austeridad, pero difícilmente la Unión Europea podrá asumir el programa de Syriza so pena de alimentar el efecto contagio del populismo en otros países, como España. Grecia ha girado su nave, pero aún no sabe cuál será su puerto de llegada.