“prometer cosas imposibles genera frustración” dijo ayer Mariano Rajoy en Atenas. Gran frase para frenar el pronosticado triunfo de Syriza, el Podemos griego. Supongo que los helenos necesitaban que uno de los más grandes estadistas de nuestro tiempo acudiera a rescatarles de la locura que según las encuestas están a punto de cometer. ¡Qué clarividencia, qué rotundidad... qué miedo! No, no es que me dé miedo Rajoy, me refiero al miedo que le da el auge de partidos diferentes, esos que “generan incertidumbre” y que “dan bandazos”. Voy dándome cuenta de lo equivocada que está la gente que antepone sus estúpidos intereses, como comer o disponer de un hogar, sobre el bien general, que debe ser rescatar a los bancos. Por fin empiezo a entender todo el bien que nos han supuesto sus políticas imprescindibles. Si hasta nos ha reconvertido en amantes de Grecia, ese país al que hasta hace poco denostaba por haber falseado sus cuentas y por aplicar una política económica sin duda desquiciada y ruinosa, desde luego tan distinta a la suya. Pero ahora son amiguitos, que llegan las elecciones y se ven amenazados. Eso sí, una sola pregunta por cada país en la rueda de prensa conjunta con Antonis Samarás. No es que no sean democráticos, no, es que Grecia ya no tiene ni para plasmas.