Clase de Filosofía de COU. La profesora nos pide que dibujemos una casa. Y con pequeñas variaciones de diseño todos acabamos dibujando un cuadrado con un rectángulo en la parte inferior central, con un triángulo sobre él coronado en un lateral por otro rectángulo del que sale algo que asemeja humo. A partir de ahí, la cosa fue sobre conceptos, universales o no, esa era la cuestión. Pues bien, estos días vuelvo a aquel debate. Siendo una fanática de los grises, del matiz, sospecho y defiendo que existen ideas que, como fundamentos de la civilización, deben ser universales. Por más que las palabras, polisémicas y dadas a la connotación y la metáfora, a veces nos dificulten el discurso y la definición. Por ejemplo, asesinar es asesinar, nos pongamos como nos pongamos. “Matar a alguien con premeditación, alevosía, etc.”, según la primera definición del DRAE. Chimpún señores. Asesinar es asesinar, al margen de todo lo demás. Muerto: “Que está sin vida”, según la misma fuente. ¿Obvio? Pues parece que no tanto. Subrayo que no se hace ninguna consideración adjetivada sobre los sujetos de estas definiciones. Y una muy buena, libertad: “Facultad natural que tiene el hombre -y la mujer, esto lo añado yo- de obrar de una manera o de otra, y de no obrar, por lo que es responsable de sus actos”. Pues eso.
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