sí, ya sabemos que el principal cometido intrínseco de cualquier alcalde que se precie es poder llegar a los meses previos a las elecciones con tres o cuatro obras listas para inaugurar y algunos plañideros que le vitoreen ante el vecindario. Que el vulgo coree aquello de “¡alcalde, todos somos contingentes pero tú eres necesario!” de la genial película Amanece, que no es poco de José Luis Cuerda o que proclame pomposamente desde la balconada aquello de “como alcalde vuestro que soy, os debo una explicación y esa explicación que os debo, os la voy a pagar” que hiciera grande a Pepe Isbert en Bienvenido, Mister Marshall. Sí, todo eso está muy bien, así como los galardones, los premios anuales o el peloteo de los afines, que bien aderezado hasta le puede llevar a cualquiera a ganar unas elecciones. Pero mientras tanto la ciudad se aletarga. Vitoria precisa de actuaciones que regeneren espacios urbanos, conquisten terreno para la convivencia vecinal, fomenten la cohesión social o construyan barrios cálidos y habitables. Pero eso no luce para salir henchido a un balcón. Los munícipes vitorianos están más pendientes de ponerse alguna medalla o de calcular cómo y a quién le cuentan tal o cual milonga que de remangarse para construir. Así que sigamos cortando cintas, que resulta más vistoso.