el lehendakari Iñigo Urkullu machihembró anteayer su discurso de fin de año con una apelación a los partidos políticos para el logro de acuerdos en torno a la situación económica, la pacificación y el autogobierno. Es cierto que a día de hoy no parece factible un escenario en el que los actores políticos vascos acepten acordar con sus adversarios cuestiones tan relevantes, y menos ante el eco del fragor que provocarán la confrontaciones electorales fijadas para el mes de mayo, con motivo de las elecciones municipales y forales, y otoño, con el sufragio para renovar el Congreso de los Diputados y el Gobierno español. La actividad política tiene su propia parafernalia y los momentos previos a la contienda electoral son los propios de la confrontación y el contraste de propuestas de cara al logro del mejor resultado posible. Pero una vez superadas las citas previstas, el calendario impondrá un nuevo marco en el que los partidos tendrán que afrontar el reto de alcanzar acuerdos con aquellos con los que sea posible formar mayorías para asegurar la gobernabilidad de las instituciones. Parece razonable pensar que en las elecciones municipales y forales de mayo en la CAV -y autonómicas en Navarra- ninguna formación obtendrá las mayorías suficientes para gobernar en las instituciones, y por esa misma lógica se puede afirmar que ese será el momento de los acuerdos en Euskadi. El primer acuerdo al que se tendrán que enfrentar las formaciones políticas vascas, a la vista de las opciones que resulten de las preferencias ciudadanas, será el del respeto a las listas más votadas o el de los pactos entre diferentes para alcanzar mayorías suficientes. Es probable que este primer acuerdo, tácito o explícito, sea el que marque los consensos a los que habrán de llegar las formaciones políticas vascas en otras cuestiones que hoy parecen más alejadas y complicadas, y que posiblemente ayudará a desmadejar los nudos que hoy aprietan a la política vasca. Igualmente parece razonable deducir que ninguna fuerza logrará alcanzar las mayorías suficientes para la formación del próximo Gobierno español, que se deberá enfrentar al reto de impulsar el crecimiento de la actividad económica y el empleo y la reorganización del modelo territorial del poder. El fin de las mayorías absolutas puede ser un buen momento para los acuerdos.
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