la actualización que realizaron la semana pasada el lehendakari Iñigo Urkullu y el presidente del Consejo Regional de Aquitania, Alain Rousset, del Plan Estratégico 2014-2020 para la Eurorregión que conforman ambas partes supone la continuidad y ampliación del compromiso y la colaboración que sus respectivas administraciones ya habían venido desarrollando desde hace años con el fin de conformar un polo de crecimiento y tracción socioeconómica dentro de la Unión Europea. Sin embargo, dicho Plan Estratégico supone también mucho más al constatar como un posible nuevo modelo de entender la idea de Europa, mediante la colaboración superadora de fronteras y prioridades estatales, y de construcción europea que parte de la interrelación en su base social y no del pacto entre elites políticas. Una forma de acercar las instituciones de Bruselas a la realidad concreta de sus ciudadanos, superando la idea original de la Europa del acero y el carbón, que en un primer momento surgió de una necesidad de colaboración fundamentalmente de base económica. No en vano, la Unión Europea presenta ahora mismo dos necesidades que se dirían vitales para considerarla un proyecto de horizonte sostenible: por un lado, un impulso económico basado en nuevos paradigmas de conocimiento, innovación e investigación -a los que apunta la creación en noviembre del Campus Eurorregional entre la UPV y la Universidad de Burdeos- y, por otro, el reconocimiento del proyecto europeo por una ciudadanía desencantada y hasta descreída a consecuencia de los efectos de la crisis económica y la incapacidad de la UE conformada por realidades estatales para mantener los principios del Estado de Bienestar que históricamente la habían distinguido. La propia UE lo entiende así en su esfuerzo por fomentar la cohesión y cooperación interterritorial con una inversión de más de 8.000 millones de euros en proyectos que las fomenten. Y en ese ámbito, la eurorregión Euskadi-Aquitania, con sus más de seis millones de habitantes, un PIB superior a los 160.000 millones de euros, capacidades técnicas y tecnológicas e inserta en uno de los ejes de conectividad -que aún se hará más efectivo a través de la alta velocidad- puede y debe jugar un papel de tractor económico y también de espejo en el que la UE pueda contemplar su futuro.
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