la Diputación Foral de Álava tiene básicamente tres grandes ámbitos de actuación, en función de su peso competencial: el bienestar social, las infraestructuras y el apartado económico-fiscal. Pues bien, el equipo de gobierno del diputado general Javier de Andrés, después de haber estado tres años prácticamente de brazos cruzados -como lo constatan no pocos agentes económicos y sociales del territorio-, llega a los últimos meses de su mandato sin poder exhibir un solo logro en ninguna de las tres áreas. Por una parte, las residencias del Instituto Foral de Bienestar Social han sido un foco de conflictividad -en gran parte debido a las formas que se gasta la diputada Marta Alaña- y la Diputación se ha dedicado más a apagar fuegos que abordar una necesaria reflexión sobre la sostenibilidad de los servicios sociales, un debate que heredaba de la anterior equipo de gobierno. Asimismo, el capítulo de las infraestructuras ha estado marcado por la dejación que ha hecho el PP ante proyectos estratégicos para el desarrollo de Álava como el aeropuerto de Foronda o la plataforma logística de Arasur, el primero ahogado por el Ministerio de Fomento y el segundo sostenido en solitario por el Gobierno vasco. Y, finalmente, en materia tributaria, Javier de Andrés ha navegado entre demagógicas propuestas de bajadas de impuestos para fomentar la inversión que nunca llegaban a materializarse y su aceptación, en sentido contrario, de la reforma fiscal vasca suscrita entre jeltzales y socialistas para aumentar la carga impositiva y aumentar así la recaudación, como efectivamente se ha producido. El único instrumento que le quedaba al PP era el de la promoción económica y las políticas de impulso al empleo, pero también este balance está a cero. El portavoz del PNV y candidato alternativo, Ramiro González, ha vuelto a poner esta semana sobre la mesa una propuesta para activar un plan foral de empleo, esquivado por el equipo del PP en la negociación presupuestaria, pero retomado por la vía de la norma foral en las Juntas Generales. Esta línea de trabajo precisa, no obstante, del concurso de la mayoría que conforman PNV, Bildu y PSE, tres partidos que compiten en el terreno electoral del cambio. Sin embargo, el esfuerzo merecería la pena para que Álava no tenga que finiquitar otro año en blanco con el pretexto de la convocatoria electoral de mayo.