Confieso que de par de mañana, cuando me desayuné con eso de “partícipe a título lucrativo”, ni por asomo llegué a pensar que al final de la jornada la ministra de Sanidad habría dimitido. Reconozco que me vino a la mente el mantra “Luis, sé fuerte” y, no quiero ser injusta, una larga tradición transversal y multicolor, que parece tener carácter atávico, de férrea sujeción al asiento y de nula asunción de responsabilidades de ningún tipo. Pero alguien debió de tener el miércoles en Moncloa una revelación -mariana, en este caso, no he podido resistirme- y pensó que la fotografía del presidente presentando por quincuagésima vez las mismas medidas anticorrupción con la ministra “a título lucrativo” sentada en primera fila podía dañar la credibilidad de su discurso. A mí, qué quieren, se me queda cierto regusto amargo. Que la ministra del copago farmacéutico, la de la restricción de la sanidad pública universal, la de la no gestión de la crisis del ébola, la de los recortes a la Dependencia, que esa ministra acabe dimitiendo por un caso de corrupción... Quizá es un síntoma de cómo son las cosas por estas latitudes. Y lo más curioso: después de la dimisión, cese o lo que fuera, Rajoy defendió la inocencia de Mato en la tribuna del Congreso. ¿A qué vino entonces la inmolación? ¿Imagen? ¿Otro síntoma?