Vuelvo con el repaso a los Ig Nobel de este año, con la categoría de Arte. El estudio premiado se titula El valor estético de los cuadros afecta al umbral de dolor, investigación premiada por el jurado por “medir el dolor relativo que sufren las personas mientras contemplan un cuadro feo en relación a uno bonito, mientras son disparadas (en la mano) por un potente rayo láser”. No sé por qué, pero me he acordado de otra investigación premiada hace unos años sobre la actividad neuronal de una langosta mientras veía -es un decir, supongo- La guerra de las galaxias. El estudio me parece sugerente, no se crean, porque podría estar llamado a definir empíricamente qué es bonito y qué es feo en arte y a dirimir, de una vez por todas, algunos debates bastante cansinos sobre el arte moderno y ese recurrente amihijodedosañosledasunosplastidecoresylohacemejor. Pero no, apuntalando las teorías filosóficas que sostienen que los conceptos universales no existen, son los propios sujetos objeto de la investigación quienes definen qué entra en la categoría de bonito o feo. Dudas: ¿por qué en la mano? ¿Por qué no, por ejemplo, la clásica colleja interorejera? ¿Qué pinta aquí un láser? ¿Puede ser el arte un potente analgésico? Y sobre todo, ¿hay algún mensaje oculto en La guerra de las galaxias destinado a las langostas?
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