Los resultados del Euskobarómetro de primavera de la UPV/EHU reflejan con meridiana nitidez la sensación de agotamiento que ofrece a la ciudadanía vasca el actual marco sociopolítico, que más de tres décadas después se ha mostrado incapaz de proporcionar encaje a las aspiraciones de la sociedad. Reflejo evidente de dicho agotamiento es la comparativa entre los resultados de los referendos sobre la Constitución (6 de diciembre de 1978) y el Estatuto de Gernika (25 de octubre de 1979) y el respaldo que ambas leyes obtendrían en la actualidad, con un descenso de más de veinte puntos (del 53% del censo obtenido entonces al 30%) en el caso del texto estatutario y llegando incluso a superar por primera vez el no (34%) al sí (26%) en el caso de la Carta Magna, que hace treinta y cuatro años obtuvo una exigua aprobación pese a la absolutamente mayoritaria abstención (55%). Por si esas opiniones mayoritarias no fueran suficiente demostración de la fatiga que ha causado al marco jurídico la constante resistencia del Estado a su interpretación más favorable para los intereses de Euskadi, el posicionamiento de la sociedad en la exigencia de mayores cotas de autogobierno es asimismo rotunda: nada menos que el 56% de los vascos abogan por una ampliación del autogobierno, sea mediante una fórmula federal o por la independencia, frente al 34% que aún apostaría por la actual fórmula autonómica. Pero, además, los vascos son claros en su receta para superar dicho agotamiento y pretenden ser consultados para decidir sobre un nuevo marco, es decir, sobre un nuevo modelo de relación con el Estado y sus capacidades para gobernarse a sí mismos. Nada menos que el 59% de los consultados por el Euskobarómetro, cinco puntos más que hace solo seis meses, considera necesario que se plantee en Euskadi un referéndum sobre una posible independencia de España, mientras que únicamente una cuarta parte de los presumibles votantes (25%) está en contra de dicha consulta. Evidentemente, esa evolución es una advertencia en sí misma. En el caso de que la resistencia del Estado a esa lectura amplia de las posibilidades que originalmente se atribuyeron al marco jurídico se prolongue ahora en la negativa a escuchar las aspiraciones mayoritarias de la sociedad vasca, incrementará la fricción y la fatiga. Y estas llevan indefectiblemente a la ruptura.
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