Ya han pasado 13 años desde que el Azkena Rock Festival -primero en versión más reducida y después en la campa de Mendizabala- empezara su simbiosis con la sociedad gasteiztarra. La larga tradición musical de la ciudad -son numerosos los escenarios y salas que programan durante todas las semanas del año- y, con el paso del tiempo, la implicación institucional han ido afianzando la principal cita en el panorama cultural de Vitoria y una referencia de primer orden en el universo del rock. Ha habido años buenos, otros no tanto, otros mejorables u otros magníficos, pero siempre ha existido una complicidad lo suficientemente arraigada como para enterrar los rumores que cada cierto tiempo anuncian bien la desaparición del ARF o bien el traslado del festival a otra ciudad. A estas alturas ya pocos dudan de que el Azkena Rock Festival y Vitoria-Gasteiz forman un binomio indivisible, tan unido que incluso estos tiempos de crisis no han conseguido llevárselo por delante. Más allá de la programación de este año, elaborada con todas las complicaciones imaginables dada la coyuntura económica, el hecho de que durante un largo fin de semana Gasteiz se llene de visitantes que recorren sus calles ayuda no sólo al asentamiento definitivo del propio ARF, sino también al dinamismo y desarrollo de una ciudad castigada por la crisis que este año intenta, además, vender su imagen de capital gastronómica. El impacto económico del Azkena justifica con creces la ayuda institucional que recibe Last Tour International, promotora del evento, además de las posibilidades de que el festival impregne la vida de la ciudad. De hecho, esa complicidad quedaba sellada el pasado martes con el acuerdo entre el Ayuntamiento y Last Tour para la edición de 2015, lo que sin duda contribuirá a elaborar la programación con más tiempo e intentando satisfacer a ese innumerable grupo de aficionados que miran con lupa cada paso que dan los programadores. Recuperar el tercer día quizás ya sea harina de otro costal, pero esas horas de orfandad musical ya quedaron resueltas el pasado año con el Osteguna Rock, que abrió ayer boca multiplicando decibelios por diferentes lugares de la ciudad, y por la programación de las salas tradicionales. Gasteiz, por lo tanto, ya está sumergida en el rock and roll.
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