No se asusten -cuando una frase empieza así, mal rollo- pero Han Solo se nos ha escogorciado. No es broma. Creo que algo escribí sobre la venta de la saga de Lucas a Disney, ya me parecía a mí que algún oscuro presagio traía aquella extraña fusión entre Chewbacca y Mickey Mouse. Y ahí lo tienen. Va Harrison Ford y se nos tuerce un tobillo. Al parecer, en el incidente ha estado implicada una puerta del Halcón Milenario. Y tampoco es broma, que Harrison estaba rodando el episodio VII de la saga galáctica -solo rezo al Pato Donald para que el destrozo no llegue al nivel de la cuarta de Indiana Jones-. Un par de reflexiones. Primero, creo que Harrison Ford es un poco el reloj de mi generación, ya saben, el que nos indica que el tiempo pasa: él se hace mayor, 71 primaveras, y nosotros -que crecimos con Solo y Jones- también. Segundo, si hay que lesionarse y eres el jodido Harrison Ford, lo menos que puedes hacer es romperte la crisma en el Halcón Milenario. Eso es clase y actitud. Lo que me recuerda a aquella caída de cocotero de Keith Richards, que obligó a cancelar una gira de los Rolling hace unos años. Que si eres Keith Richards, la realeza del rock, no te cortas picando cebolla ni te destrozas el meñique del pie derecho con el aspirador. No se hace leyenda así, eso es para nosotros, pobres mortales.
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