cuando faltan tan solo cinco días para que el próximo día 9 dé comienzo de manera oficial la campaña electoral para las elecciones al Parlamento Europeo, los partidos políticos mantienen una dicotomía con un equilibrio imposible entre la movilización del electorado y el mantenimiento de sus maquinarias a menos de medio gas. La desafección generalizada de la ciudadanía por la política en general -y, más en concreto, por los grandes partidos tradicionales- y por los comicios europeos en particular augura una abstención que puede resultar histórica, de manera especial en Euskadi. Si en las anteriores elecciones a la Eurocámara la abstención fue del 41,23%, todo hace indicar que serán aún más los ciudadanos que opten por quedarse en casa y no acudir a las urnas, un porcentaje creciente y preocupante que ni las formaciones políticas ni las instituciones europeas parecen capaces de atajar. Lo peor es que la impresión generalizada es que ni siquiera están interesadas en ello. Con todo, es necesario subrayar que la abstención es la peor de las opciones, porque en modo alguno contribuye a la cada vez más necesaria democratización de las instituciones de la UE y debilita la unión entendida como un proceso político abierto, progresivo y democrático en el que los ciudadanos tienen mucho que decir. No hay que olvidar que las encuestas y sondeos auguran un alarmante incremento de apoyo a partidos de extrema derecha -incluso Marine Le Pen podría lograr el triunfo en Francia-, populistas y euroescépticos o partidarios directamente de la desintegración de la UE. Cierto que las propias instituciones europeas han contribuido de manera decisiva a este estado de cosas. Una parte muy significativa de la ciudadanía ha percibido que el papel de la UE en la gestión de la crisis económica ha sido de plegamiento a los intereses económicos y de mero acompañamiento a las exigencias de Alemania o de la troika, con lo que le achacan una responsabilidad muy directa en las consecuencias que está teniendo en los más desfavorecidos. Sin embargo, Europa sigue siendo el ámbito donde los ciudadanos en general y los vascos en particular se juegan su futuro. El perfil bajo que PP y PSOE -más preocupados por su pelea en Madrid- han imprimido a su campaña no debe hacer perder la perspectiva de que la voz de Euskadi necesita ser escuchada con nitidez en Europa.