La celebración del Aberri Eguna ha servido, un año más, para poner de manifiesto que las aspiraciones de un pueblo, el vasco, siguen sin tener cauces políticos para hacerse realidad más allá del corsé que supone el inmovilismo impuesto por los grandes partidos que gobiernan los Estados que hoy contienen a Euskadi. Lo que el domingo proclamaron a los cuatro vientos los abertzales, como reafirmación de su pensamiento, hacia dentro, y como reclamación política hacia el mundo, no es sino la constatación de que la estructura de los Estados y, por ello, de Europa, está aún en construcción. Cerrar los ojos a esa realidad y mantener los anhelos políticos de los pueblos encerrados en una jaula, como alertó Andoni Ortuzar, presidente del EBB del PNV, en referencia a la Constitución española, es una irresponsabilidad que puede hipotecar la estabilidad y el desarrollo de todo un estado. Tanto el lehendakari, Iñigo Urkullu, como el presidente del EBB, emplazaron a Mariano Rajoy y a Alfredo Pérez Rubalcaba a dar pasos hacia un nuevo modelo de Estado que posibilite un encaje de Euskadi en base a la voluntad de los vascos. Esa llamada al diálogo fue respondida ayer por el ministro español de Exteriores, José Manuel García-Margallo. Lo curioso y chocante es que sea el responsable de la diplomacia internacional quien asuma la portavocía del Gobierno español para los asuntos relativos a Catalunya y Euskadi. Pero, más allá de la anécdota, lo preocupante es lo confuso del mensaje lanzado por el ministro. García-Margallo se mostró "perfectamente dispuesto a dialogar" dentro de la ley, pero añadió que en ese diálogo deberían estar implicados "todos los territorios que forman la nación española". El ministro sabe perfectamente que los mandatarios de prácticamente todas las comunidades autónomas, a excepción de Catalunya y Euskadi, se resumen en dos: populares y socialistas. Es por ello que plantear un diálogo a mesa compartida con todas esas comunidades parece más una nueva formulación de aquellos polvos de café para todos que han traído el trágala de estos lodos. Es conocido cuál es el significado de "legalidad" y "diálogo entre todos" cuando lo utilizan los grandes partidos del Estado: inmovilismo y cepillado, si no retroceso en el autogobierno. Los diálogos deben iniciarse para acordar, no para imponer.