Este sábado día 12 el cerro de Estíbaliz volverá a vivir su sencillo y entrañable Vía Crucis. El Padre Agustín, recientemente elegido nuevo superior de la comunidad benedictina, encabezará y presidirá este acto piadoso propio de la Cuaresma y la Semana Santa. Pero este año el Vía Crucis tendrá un sentido especial, pues será una alegoría de la historia de estos últimos años de un lugar de devoción mariana, de la comunidad benedictina que lo custodia y de una Cofradía que ansía volver a ser un referente cristiano bajo la advocación de Nuestra Señora de Estíbaliz. Eso sí, hoy ya adaptada a las exigencias que la Iglesia y la sociedad del siglo XXI demandan y que el Papa Francisco proclama cada día: opción preferencial por los pobres y la familia.

En ese empeño la Cofradía convoca una asamblea tras la celebración del Vía Crucis con el objeto de poner las bases de un futuro para esta asociación de fieles. Estíbaliz ha vivido estos años su propio Vía Crucis, con sus caídas y sus cruces a cuestas. Seguro que no faltarán Cirineos, pero como todo buen cristiano sabe, el final del Vía Crucis no es la Cruz, sino la Resurrección.

Son muchos los vitorianos y alaveses que sienten que Estíbaliz es un referente en nuestra tierra. Algunos han constituido, de manera informal, un grupo de amigos de Estibaliz dispuesto a aportar ideas y apoyo. Que algo se está moviendo en el cerro de Estíbaliz es un hecho.

El pasado mes de enero la comunidad benedictina vivió el relevo del Padre Vítor por el Padre Agustín. Sin dejar de ser un proceso ordinario y periódico, marca también un posible cambio de estilo en la acogida de la comunidad benedictina. Otro signo de movimiento es el regreso de la revista Estíbaliz. Y el centro de acogida, una apuesta moderna y funcional, recuperaba sus servicios el pasado 2 de marzo, acogiendo el inicio de temporada del colectivo de cicloturistas. En la colina de Estíbaliz se llevaba viviendo un largo invierno que esperaba con ganas una nueva primavera. Quizá el efecto Francisco esté dando sus frutos en el corazón de la Diócesis y la advocación ancestral de Estíbaliz sea un signo de encuentro que hoy puede seguir vigente. Nuevos tiempos, nuevos modos y nuevas personas que habrán de cuidar el patrimonio material e inmaterial heredado y ofrecerlo, con una presentación digna del siglo XXI, a esta sociedad en la que Estíbaliz puede seguir siendo un referente singular.