hoy son ejemplos tan ilustrativos como el intento del fiscal de la Audiencia Nacional de prohibir la manifestación en favor de los derechos de los presos bajo el argumento de que todo es terrorismo o contenidos tan pintorescos como el amor hacia las Fuerzas Armadas o la censura de la eutanasia en la asignatura alternativa a Religión. Como ayer fueron las detenciones a la desesperada de quienes promueven el desembarco de los presos de ETA en el rechazo a la violencia o el intento de escurrir el bulto ante la imputación de la infanta Cristina de Borbón mientras prepara ya el indulto para Jaume Matas, condenado por el caso Palma Arena. No hay día en que el Gobierno del PP no ofrezca alguna perla sobre el sustrato reaccionario que le inspira y que parece empeñado en brindar al espectro social de la ultraderecha española, hacia donde mira constantemente de reojo en todas sus actuaciones. Acaban de cumplirse dos años desde la llegada de Mariano Rajoy a La Moncloa con un pretendido y cacareado espíritu reformista, su actuación se ha caracterizado por un espíritu de contrarreforma regresiva en todos los ámbitos. La sectaria ley educativa, la tendencia privatizadora de la sanidad, la conculcación de derechos laborales para precarizar el empleo al extremo, el encarecimiento del acceso a la justicia, la ley del aborto de sustrato integrista, la desnaturalización del sistema de pensiones, la supeditación de la política energética a los intereses particulares de las grandes eléctricas, la legislación policiaca o las trampas de recentralización del Estado por decreto son algunos de los muchos ejemplos de la ideología que cada viernes deja su impronta en el Consejo de Ministros y que ha inspirado al Gobierno del PP durante este bienio negro. Y el pretendidamente moderado y reformista Rajoy ha emprendido además este camino dejándose guiar por los sectores más reaccionarios de la derecha española. Quien fuera el pupilo señalado de Aznar ha tenido que sucumbir a la presión del ala derechista del PP -atrincherada en la fundación FAES y en sus feudos de poder en Madrid o Valencia- para evitar fisuras internas en el partido y en el Gobierno que preside, cuyo crédito se encuentra ya de por sí muy desgastado en la sociedad.
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