DESPUÉS de la preceptiva lectura de prensa post anuncio consultivo, las cosas no están mucho más claras, pero se pueden ir sacando algunas conclusiones. Hay bastante consenso sobre la labor de orfebrería lingüística e ingeniería política que se esconde tras la famosa doble pregunta. La fórmula le da un colchón a CiU con una implícita definición de Estado amplia que, no necesariamente, implicaría independencia. Un margen para Artur Mas, en la medida en que puede permitir contabilizar en el a votantes que quizá estarían en desacuerdo con la independencia pero no con nuevas fórmulas de relación con el Estado. Esos síes podrían ser una fuerza a posteriori, llegado el caso, para intentar abrir una negociación con el Estado, no en términos de secesión, sino de nuevos modelos de bilateralidad... ¿Se acuerdan del concierto económico a la catalana que fue bandera electoral de Mas en 2010? Eso suponiendo que la consulta llegue a celebrarse, claro. Porque una película parecida llegó a las pantallas vascas allá por 2008 y la cosa acabó en el Constitucional y en elecciones autonómicas. En ese final convergen muchas de las hipótesis que se hacen sobre Catalunya a un año vista, en unas elecciones plebiscitarias. Y ahí las apuestas son aún más complicadas. En el ensayo de 2012, en plena resaca de la multitudinaria Diada de ese año, no es que le fuera muy bien a Mas... pero lo suficiente para seguir gobernando. Los sondeos insisten en la tesis del sorpasso de ERC. Lo único seguro a día de hoy parece la caída libre del PSC. Un año apasionante por delante.