vaya fin de semana deportivo. El Alavés cae víctima de su inocencia ante el Barça B y el Laboral Kutxa es vapuleado sin compasión ante el Real Madrid. Los albiazules cambiaron los papeles con los cachorros culés. Los de Natxo González parecían niños recién salidos del horno y, aunque se adelantaron en el marcador por mediación de un excelente Viguera, fueron después incapaces de imponer el superior oficio que se les supone ante un rival cargado de talento, aunque aún carente de experiencia. De hecho, traían a Mendizorroza un bagaje de cuatro derrotas consecutivas, pero se marcharon tan contentos. Al Alavés le faltó oficio para cerrar el partido cuando tuvo que hacerlo aunque después, es justo reconocerlo, porfió en el empeño y apeló a la heroica hasta el final evidenciando de nuevo que el camino emprendido parece el adecuado. Más peliagudo se adivina el futuro del Baskonia. El repaso sufrido ayer en Madrid es sintomático de que la plantilla actual no es suficiente para competir, no ya al máximo nivel sino siquiera con un mínimo de dignidad. La baja a última hora de Hamilton fue sin duda importante, pero tampoco parece argumento suficiente como para prever que su vuelta vaya a variar significativamente el rumbo vulgar que ha tomado el equipo de Sergio Scariolo. El retroceso con respecto a épocas no muy lejanas se antoja excesivo. Me recuerda a otra temporada en la que un tal Bennett y un tal Beric vinieron a cambiar las cosas, allá por octubre de 1997. Otra vez octubre y de nuevo Scariolo en el banquillo...