el palco de Mendizorroza estrenó ayer presidente. Alfonso Fernández Trocóniz -un abogado al que Josean Querejeta ha encomendado hacer del Alavés un club viable, más allá de su amor a los colores- se ha convertido en el sexto mandatario albiazul después de los casi quince años épicos de Gonzalo Antón -antes de su nefasta venta de acciones-, el trienio negro de Dmitry Piterman, la errática deriva de Fernando Ortiz de Zárate, la breve transición de Alfredo Ruiz de Gauna y, finalmente, el bienio de normalización comandado por Avelino Fernández de Quincoces. El desembarco baskonista evitó la desaparición del Glorioso -con la contrapartida del trato de favor de las instituciones y de hacerse con el cuasimonopolio del negocio del deporte profesional- y su gestión ha tenido el indudable logro de haber hallado la cuadratura del círculo para salvar la deuda que amenazó al club con su liquidación -comprometiendo a la Diputación y Caja Vital-, de haber saneado sus cuentas y, en el plano deportivo, haber culminado el ansiado ascenso a Segunda que ha revivido los sueños y las ilusiones de la afición albiazul. Pero no todo ha sido un camino de rosas. El club patrimonializado por el Baskonia no ha conseguido, en cambio, empatizar con el entorno social del Alavés -un intangible que a los fríos gestores baloncestistas se les escapa-; le ha faltado sensibilidad con el fútbol base -concretamente con los chavales de la cantera- y no ha conseguido establecer complicidad con la familia albiazul o con los medios de comunicación independientes, más allá del clásico círculo que le baila el son a los gestores baskonistas. Y en el plano estrictamente futbolístico, la confianza en el actual entrenador Natxo González -cuyo trabajo está demasiado a menudo eclipsado por la figura del comisario deportivo Javier Zubillaga- quedó más que en entredicho cuando su renovación tras el ascenso se produjo únicamente por la presión social. Es cierto que todas estas carencias no son enteramente atribuibles a la responsabilidad de Fernández de Quincoces -que se ha limitado a ser brazo ejecutor del plan Baskonia- pero sí son asignaturas pendientes que hereda el nuevo presidente delegado, Fernández de Trocóniz.