LA izquierda abertzale volvió a salir ayer a la calle, en esta ocasión mediante una manifestación que, como se esperaba, resultó multitudinaria como respuesta a la absurda y a todas luces errónea operación policial y judicial desplegada esta semana contra Herrira. Oficialmente, la marcha fue convocada -y se desarrolló bajo estos parámetros- tanto como respuesta a la detención de 18 responsables del colectivo de apoyo a los presos -poco después puestos en libertad todos ellos- y a la suspensión de actividades de Herrira como "en favor de los derechos de los presos y huidos". La realidad es que la manifestación se convirtió en una nueva demostración de fuerza y de la proverbial capacidad movilizadora de las que siempre ha hecho gala la izquierda abertzale, sobre todo en momentos en los que ha sentido una agresión directa por parte del Estado. Además, ha podido hacer visible que la cuestión de los presos -en estos momentos, probablemente el gran nudo gordiano que puede hacer avanzar o retroceder el proceso de paz- sigue estando como prioridad en la agenda de su actividad política. En parte, gracias a la actitud del Gobierno español, que no solo se niega a hacer movimiento alguno en política penitenciaria, sino que se permite atacar de forma directa a la organización que aglutina la solidaridad con los reclusos. Pero esta manifestación, aun siendo masiva, no da solución ni a la situación de los presos ni al bloqueo en el que se encuentra el proceso de paz. Quizá si la izquierda abertzale se hubiese movilizado de la misma manera para pedir a ETA su desarme y desaparición definitiva, la situación fuese otra. Nunca lo ha hecho ni se espera que lo haga. Tampoco operaciones, detenciones o ilegalizaciones expresas o de facto ni el inmovilismo van a impulsar la pacificación y la normalización. Lo que la sociedad vasca está demandando son pasos hacia delante y no hacia atrás, como puede desprenderse de las actuaciones y actitudes de los últimos días. Es con políticas nuevas y valientes en este nuevo tiempo como debe abordarse el proceso que debe conducir a Euskadi a la consolidación definitiva de la paz y hacia la convivencia democrática. Esos pasos sí contarían con el apoyo, aliento y acompañamiento abrumadoramente mayoritario de la sociedad vasca.