YO iba camino de cumplir cinco años cuando Barricada ofreció su primer concierto. Abril de 1982, en la Txantrea por supuesto. Hay cosas en la vida que parece que siempre estarán ahí, imprescindibles compañeros que hacen que los buenos momentos sean mejores y salvavidas a los que aferrarse cuando arrecia la tempestad. No recuerdo celebración, Sanfermines -y muchas fiestas de La Blanca, incluido concierto de lujo en los Fueros junto a Rosendo y Aurora Beltrán- o juerga memorable con la cuadrilla en la que su música no haya estado presente o, por precisar, en la que con frecuencia no acabáramos desgañitándonos coreando alguna de sus canciones. Así que mi particular luto musical empezó a fraguarse hace casi un par de años, cuando Enrique Villarreal, El Drogas, decidió abandonar el grupo. Y se consumó el pasado lunes, cuando Alfredo Piedrafita confirmaba la disolución de la banda tras la decisión de Francisco Javier Hernández, Boni, de emprender un nuevo proyecto. Barricada le ha puesto banda sonora a grandes momentos en grandes garitos. Y ahora, en estos primeros instantes de vacío, de desamparo, qué quieren, veo todo en blanco y negro. Porque tras la pasión por el ruido, esta noche de rock and roll parece haber acabado. No calienta igual el sol bajo nuestro pie. Imposible no pensar que lejos queda ya la bahía de Pasaia. Y la oveja negra. Y todos mirando... Como animal caliente. Luego, cuando esto pase, recordaré que no hay tregua. Y entonces, joder, ¡a la barricada!
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