siendo un absoluto profano en música comercial, veo sin embargo en Ramón Melendi su punto simpático desde que le oí en cierta ocasión durante una entrevista animar públicamente a los chavales -y con cierta gracia- a piratearse sin ningún rubor en Internet cuantos discos suyos quisieran -y cuantos más mejor- y explicaba que él vivía en realidad de llenar conciertos con gente -y cuantos más mejor- que conoce y reconoce sus canciones y no de vender CDs originales, un negocio que -añadía- corresponde a su sello discográfico y confesaba, de paso, que el margen que le dejaba era irrisorio. Era como dejar al desnudo a la industria discográfica y dar una torta en toda la cara a la SGAE. Sea o no espontáneo el desafío del rumbero asturiano, estaba al menos bien contado, pero supongo que una cosa es el espíritu libertario que difunde y otra muy diferente todo el atrezzo comercial que le rodea, puede que incluso sin saberlo él. Quizás no sepa que su productora prohíbe a la chavalería llevar bocadillos a sus conciertos, como pasó el viernes en la plaza de toros de Gasteiz. Quizás le parezca una tontería, pero robarles a los chicos y chicas que pagan religiosamente una entrada de 24 ó 30 euros la ilusión de ir al concierto con su bokata preparado con mimo en casa y tener que tirarlo luego o comérselo deprisa y mal a la entrada, qué quieren que les diga, rompe el alma al cualquiera. Y si la razón es que quieren hacer negocio con los bokatas que vendían dentro, ni les cuento. No cuadra con la piratería de Melendi. Pero seguro que él no lo sabe hasta que lo lea aquí.