la contraportada de DNA iba este miércoles ilustrada con la vistosa fotografía de una chica -en tirantes, y el detalle no es valadí- en bici bajo una gran cubierta de cientos de paraguas de mil colores que adornaban una calle de Tel Aviv, una imagen alegre y divertida que rompe los tópicos de la ortodoxa Israel. No tardó un amigo el comentármela con su acostumbrada dosis de animadversión hacia los hebreos con la consabida retahila sobre la ocupación imperialista de Gaza, los helicópteros apache israelíes o las conspiraciones sionistas del Congreso Mundial Judío, como si fueran los libelos de los Protocolos de los Sabios de Sión o las monsergas de masones, comunistas, ritos satánicos y demás lindezas que acumula la historia del antisemitismo. El Ayuntamiento de Tel Aviv -que es a lo que iba- ha puesto en marcha, bajo paraguas de alegres colores, la campaña #FreeªTLV que facilita el acceso universal y gratuito a Internet, una ocurrencia tan simple que rompe esquemas. Y es que en la capital israelí Internet es libre -qué chorrada ¿verdad?-, uno puede ir a una discoteca -sí, resulta que no todos son soldados o rabinos- y enrollarse con un chico o una chica no judíos, o incluso que sean del mismo sexo, y hasta se puede no profesar la religión oficial, tomar una copa o votar para elegir al gobierno. Les pueden parecer tonterías, sí, pero son cosas descabelladas e impensables en países como Irán, China o hasta Gaza. Ya siento decepcionarles, pero a veces las teorías conspiranoicas resultan ser falsas y los clichés se caen con campañas tan simples como la #FreeªTLV.