quienes piensan que Carlos Iturgaiz es un verso suelto en el PP de Euskadi corren el riesgo de minusvalorar la importancia de su lírica en un escenario interno como el de los populares y en el contexto de la desmadejada estrategia del Gobierno de Rajoy respecto al País Vasco.
Conociendo los movimientos de la nueva presidenta, Arantza Quiroga; del secretario general, Iñaki Oyarzábal, y del alcalde de Vitoria, Javier Maroto -y señalarles a ellos no quiere decir que sean las cabezas más significativas del poder popular, pero sí las más públicas- es posible considerar que Iturgaiz sea un verso corto y asonante en el poema popular dominante. Podría decirse lo mismo -que se equivocan- de quienes piensan que, en realidad, el expresidente del PP vasco busca su renovación como cabeza de lista en las próximas elecciones europeas ante las dudas que puedan generarle en este sentido los corrimientos de escalafón.
No es un mero dato biográfico que Iturgaiz fuera presidente del PP del País Vasco durante ocho años, que consiguiese situar a su partido por primera vez como segunda fuerza parlamentaria al encabezar la candidatura en las elecciones autonómicas de 1998 y que lleva ocho años como eurodiputado. A pesar de los vientos que todo lo barren y del crónico cainismo con los dirigentes políticos de cualquier color y talla, Carlos Iturgaiz no ha bajado de la montaña con las tablas de la ley pasadas a limpio para recordar al PP que estoy aquí.
Es cierto que ha vuelto hablando de la actitud y estrategia que su partido puede seguir ante el cambio que ha significado para la vida de Euskadi el fin de la violencia de ETA; tan cierto como que está inflamado del discurso de Jaime Mayor Oreja y María San Gil. Lo uno y lo otro constituyen parte de la esencia de la personalidad de Iturgaiz, ya conocida. En este sentido, el retorno del parlamentario europeo a la actualidad es la vuelta a la plaza del discurso bronco del PP que más apoyos consiguió y más esfuerzos para reconducirlo ha necesitado, especialmente bajo el mandato de Antonio Basagoiti.
Iturgaiz es el ángel perdido que describe Javier Sierra y da nombre a su novela. Es capaz de comunicarse con la sociedad desde el comienzo de los tiempos y en los momentos históricos transmite a través de una tabla y piedras mágicas toda la energía -el discurso- que ilumina la actuación de las personas y la resolución de los grandes dilemas. Sólo los poseedores de las antiguas piedras de la luz podrán conectarse con él. Carlos Iturgaiz conoce la evolución del País Vasco en estos últimos diez años, con un gobierno nacionalista y otro socialista apoyado desde fuera por el propio PP. Ha seguido el recorrido incompleto hasta la paz tras el silencio de las armas y ha observado con atención la situación previa y la generada por la renuncia de Basagoiti. También ha vivido, con menor intervención directa, la designación a lo Griñán de la sucesora de Basagoiti, mientras ese cambio se producía con el estilo político menos democrático y menos respetuoso para todos.
Más allá del lenguaje, de su conveniencia de buscar frases que suenen a clavo en el pie, Iturgaiz viene a buscar respuestas públicas del PP a las tres grandes preguntas que aún no se han encontrado: por qué se le hurtó al partido un congreso de sucesión de Basagoiti y ante el resultado electoral tras su apoyo al gobierno minoritario del lehendakari Patxi López; cuál es la estrategia del PP respecto de su interés prioritario en la salida del terrorismo o qué protagonismo se les va a dar a las víctimas; y cuál es el discurso del Gobierno de Rajoy respecto al papel de los populares vascos en esa etapa final de ETA.
Con voces altisonantes o rimas de ripio, el expresidente Iturgaiz es el hilo que ha hilvanado los tres espacios de sombra actuales de la política del PP respecto a Euskadi. Más que zaherir lo que él llama las dos almas del PP vasco, en realidad pone el foco sobre el riesgo de toda minoría de desaparecer o dejar de ser significante cuando el final de ETA tiene tanto que ver con el futuro de Euskadi y cómo el PP decida conducirse.
El abrazo de Mariano Rajoy a Arantza Quiroga pretende reforzar con una foto el agujero que una designación sin capacidad de debate ni elección directa de los afiliados del PP no ha cerrado. Con un gobierno del PNV que desde la minoría va lanzando lianas de encuentro con los demás partidos, Quiroga busca el extremo de alguna para no quedar fuera del juego político vasco de este nuevo curso, porque sus escaños son pocos y la presidencia de la Diputación foral de Álava no es un contrapoder significativo. Su nombramiento es su debilidad de partida frente al bronco discurso de etapas anteriores y que tantos seguidores parece tener en el PP.
La procelosa política del ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, respecto de los presos y las condiciones especiales que mantiene sobre el cumplimiento de las penas por terrorismo deja poco margen de juego al PP vasco, que es un convidado de piedra en esta estrategia que Rajoy deja hacer hasta que llegue el momento de plantear los pactos necesarios que den salida por parte de ETA y el Gobierno a este estéril y contraproducente impasse.
Esa reflexión que Iturgaiz reclama entre las dos almas del PP vasco tendrá que llegar. No será para beneplátcito y satisfacción histórica del hosco discurso de Mayor Oreja, porque el ministro Fernández Díaz busca ese galardón de cierre como premio exclusivo, pero sí servirá para dar un brochazo de normalidad a un proceso de elección interna que hizo saltar las alarmas hasta hacer que Iturgaiz bajase de la montaña para abroncar al PP en la llanura.