un gacetillero volvía de la calle con una noticia y corría a una pesada y ruidosa -sobre todo ruidosa- máquina de escribir. Tecleaba con avidez como quien ametralla sin pararse a pensar, porque la técnica narrativa -según la clásica pirámide invertida- consistía básicamente en soltar lo importante de sopetón, y luego ya ir rellenando la crónica con detalles circunstanciales. Los linotipistas montaban los caracteres y una vieja prensa escupía luego, a golpe de cilindro, ejemplares que manchaban las manos de tinta y un chaval vendía a gritos en la esquina. Todo mecánico, sin necesidad de electricidad. Hoy pocos gacetilleros vuelven de la calle -la mayoría se dedican a copiar y pegar notas de prensa y teletipos-, no hacen ruido al escribir, a menudo se recrean en los elementos circunstanciales creyéndose más literatos que periodistas y de la tecnología de impresión y la electrodependencia ya ni hablamos. Sin embargo, ahora todo depende de un Sistema, que dicho así suena como al 1984 de George Orwell. Si este periódico llega hoy a sus manos será porque un equipo técnico comandado por nuestro compañero David Quintana habrá logrado vencer a un duende informático. Ayer hubo en esta redacción un momento de pánico porque se nos cayó el Sistema -no me pregunten en qué consiste, pues el lenguaje de los técnicos es inescrutable, pero tenía mala pinta-, pero si al final leen estas líneas es señal de que todos los días sale el sol y de que volvimos a sacar un periódico a la calle -hoy el número 3.194- sin fallar un solo día. Eso sí, inquieta que todo penda del Sistema.
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