seguramente a más de un vitoriano le sorprendería saber que hay ciento y pico grupos o grupillos locales de música, según llegaron a apuntar en una libreta los jóvenes Iñigo Uribarri, Leire Baztarrica y Joel Bruña durante una charla en la barra de un bar. Se trata de una realidad viva que subsiste en Gasteiz de forma paralela a los muchos eventos oficiales u oficiosos, mucho más fatuos que los conciertillos de esta gente y que brillan siempre a la luz de la financiación pública. Y es que entre la subvención de la cultura y la cultura de la subvención, en esta ciudad se retroalimentan saraos, citas y variopintos montajes VIP que viven del amiguismo y de complacer a la responsable cultural de turno -ahora Encina Serrano e Iciar Lamarain o sus correspondientes técnicos, pero fueron y serán cualquiera otras- y de crear un envoltorio que genere la suficiente expectación mediática como para justificar el favor del pago, como es el caso del coto de Iñaki Añúa, los fastos de la Batalla de Vitoria, el festival de la farándula de televisión o la ocurrencia de traer a fiestas de La Blanca a Paloma San Basilio. Pero hay otras iniciativas alternativas e independientes como el Siberia Rock Festival, un proyecto que parieron en un bar los tres chavales de la libreta y que, después de liar a los de la sala Jimmy Jazz y a los del programa Haziak del área municipal de Juventud, será una realidad la próxima semana. Y ahí estará una selecta muestra de esos ciento y pico grupos, a partir del jueves en el jardín de Falerina y de acceso gratuito. Ah, y sin entrada VIP.
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