DICE el Ayuntamiento que su campaña publicitaria para que el hermano vizcaíno venga a visitar a Celedón ha sido un éxito -no sé en qué lugar deja la necesidad de esta campaña a Gasteiz en esta CAV de nuestras entretelas la verdad-, pero es verdad que en esta semana de desierto post festivo es fácil percibir a nuestra ciudad salpicada de turistas. Los reconocerán por dos detalles: probablemente estén intentando situarse con ayuda de un plano o, segunda opción, estarán pidiendo socorro a algún aborigen para que les ayude a situarse con ayuda o no de algún plano. El señor de la perilla lleva unos días ejerciendo de guía oficioso de visitantes despistados, según me cuenta, planteándose quizá la conveniencia de solicitar al servicio municipal de Turismo algún tipo de remuneración en efectivo o especie. Este tipo de experiencias sirven como perfecto campo de pruebas para verificar que quizá no sería mala idea, si el objetivo es convertir Gasteiz en objetivo turístico, adecentar un poco la señalización viaria, porque intentar indicarle a un forastero el camino en coche, créanme, puede ser muy chungo. Lo más fácil en este caso es que algún paisano te asalte desde su vehículo, desesperado porque probablemente habrá dado ya diez vueltas a Gasteiz, preguntándose si habrá de superar los doce trabajos de Hércules para merecer la gracia de llegar a su destino. Y es que conducir por Vitoria y pasarte de largo la calle acertada puede suponer volver a la casilla de salida durante cinco turnos si no eres un adiestrado conductor oriundo. Exagero un poco, sí, pero ustedes me entienden.
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