todavía recuerdo la polémica suscitada a raíz del desembarco de Daewoo en Vitoria, allá por 1996. La compañía coreana fue agasajada con alfombra roja en forma de ayudas millonarias -a la postre ilegales, como tantas otras-, exención del pago de la luz y el agua, reducción de impuestos y todo lo que hiciera falta para que los políticos pudieran airear aquello de "nosotros sí creamos prosperidad y empleo". Pronto se supo que los trabajadores de aquella empresa eran tratados como auténticos coreanos en lo que a condiciones laborales se refiere; sueldos míseros, se entiende. Luego llegaron las denuncias, la retirada de subvenciones y, por supuesto, el cierre de la empresa para volverse a su Corea natal después de haber rascado todo lo rascable a cambio de mucho menos de lo comprometido. En fin, que ahora habita un fantasma en Jundiz, uno más de los muchos edificios y solares vacíos que han ido manifestándose a medida que avanzaba la crisis. Pero me cuentan que Daewoo va a resucitar y que regresará acompañada de muchas otras empresas coreanas, vietnamitas, malayas... Y sin ayudas extra esta vez, porque ya es bastante rentable deslocalizarse a sitios donde la gente no exija vacaciones, contratos garantizados, sueldos dignos, ni siquiera comer todos los días. El mundo ha girado y ahora la competitividad -eufemismo para hablar de mano de obra barata- se traslada al sur de Europa. Mis fuentes no son gargantas profundas, ni mucho menos. Basta con escuchar al FMI, Bruselas, la CEOE o al Gobierno.