AJAX, que desde el pasado lunes disfrutaba de su retiro en Antequera, ha fallecido por causas desconocidas tras seis años de servicio a la Guardia Civil. Así, a pelo, esta noticia puede llevar a equívocos. Les aclaro que se trataba de un perro que, al parecer, alcanzó cierto renombre en 2009 por haber detectado una bomba de ETA en Mallorca. Desconozco si hubo más perros que cumplían con similar labor en el benemérito cuerpo, como tampoco sé si Ajax tuvo más fortuna en sus pesquisas explosivas ni quién fue el que le puso el nombre, a medio camino entre la mitología y las labores del hogar. Tampoco es que estas dudas me inquieten especialmente; siempre he sido más de gatos que de perros. Sin embargo, y sin que sirva de precedente, voy a citar a los perros que viajarán siempre en mis recuerdos. El primer lugar lo ocupa Socio, un perro donostiarra que saltó a los medios de comunicación después de lanzarse desde el balcón de la vivienda de sus dueños: no hay evidencias de otros suicidios caninos después del suyo. Tras él, y sin orden ni concierto, debo citar a Patán, el perro compañero de Pierre Nodoyuna, un cabroncete cuya risa ha quedado grabada en la memoria de miles de chavales, y no sólo de mi tiempo; a Ideafix, porque sin él es imposible concebir los tebeos de Astérix y Obélix; y a Milú, aunque si faltara las aventuras de Tintín tampoco desmerecerían, sobre todo porque los mejores momentos los regalaba el capitán Haddock. Añado como colofón a Agallas, el perro cobarde; lo descubrí viendo dibujos con mis hijos: otro grande.
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