¿HAY alguien que realmente cree que lo que pueda decir el presidente del Gobierno el próximo jueves va a cambiar algo el curso de los acontecimientos o la opinión que se ha labrado gran parte de la sociedad sobre nuestros gobernantes? ¿Existe alguien entre ustedes que imagine, sólo imagine, que el pacto fiscal que están cocinando dos partidos vascos durante estas semanas vaya a suponer un gran paso para Euskadi y una zancada gigante para la humanidad? ¿Cuántos de los que leen estas líneas confían en que la política, tal como se entiende en estos días, y los políticos, tal como se comportan en este presente, van a poder sacarles del agujero donde se encuentran o del socavón que les espera a la vuelta del verano? ¿Conocen a alguien, salvo que formen ustedes parte de la parte contratante, que considere que los empresarios van a reintegrar a los trabajadores alguno de los derechos que la reforma laboral del PP les ha quitado entre aplausos de la caterva empresarial y del mundo financiero? Estamos en verano, sí, pero eso no significa que podamos olvidar lo que ha ocurrido, ocurre y ocurrirá a nuestro alrededor. No sé qué nos deparará el próximo otoño, pero ante todo lo robado (y es mucho: lo que le han quitado a los trabajadores vía reformas y lo que roban los encorbatados de bancos y administraciones) y el comportamiento que demuestran los ladrones, se cierran muchos caminos, casi todos. Sólo queda desenterrar las raíces e intentar cambiarlas por todos los medios. Sólo nos queda ser radicales.