ES difícil decidir a quién le convendrían menos unas elecciones en este momento: si a un Mariano Rajoy cercado por la crisis económica y Luis Bárcenas o a un Alfredo Pérez Rubalcaba a quien su propio partido ha dado por amortizado. Por eso, el ejercicio de esa moción de censura que ha anunciado el líder del PSOE, si no se atienden las demandas de la oposición al presidente para que éste dé explicaciones en el Congreso sobre el caso Bárcenas y su supuesta implicación o no en él, responde a otro modelo. Por eso, por la mayoría absoluta que ostenta el PP, que le garantiza poder seguir haciendo uso del rodillo parlamentario a su antojo, y porque no se entendería que, aun en el improbable caso de que esa moción de censura prosperara, el paso siguiente no fuera convocar elecciones. Pero esta iniciativa responde a otro modelo por la excepcionalidad de la situación política que atraviesa el Estado español. Fundamentalmente, porque esta moción de censura pretende, según admite el propio PSOE, hacer un hueco en la agenda oficial del Congreso a unas explicaciones que el presidente del Gobierno debe desde hace meses, no ya al Legislativo, sino a la ciudadanía. Rajoy, amparado tras el plasma de una televisión, el blindaje de su mayoría parlamentaria o las limitadas ruedas de prensa con mandatarios internacionales, ha hecho del ignorar la realidad esperando a que escampe un modo de gobernar. Y con la credibilidad bajo mínimos, apelar a una "estabilidad política" en demolición como argumento para mantener el silencio, suena más a excusa que otra cosa. La cuestión es que el debate de esa moción de censura, tal y como describe el Reglamento de la Cámara Baja, no obliga al presidente del Gobierno en cuestión a comparecer en la sesión. Es decir, que podría darse el caso de quemar este cartucho -teóricamente el de mayor trascendencia en manos de la oposición para su control al Ejecutivo- para acabar sin lograr el objetivo de ver a Rajoy respondiendo por los sobres de Bárcenas, los SMS, las ofertas y los chantajes. Por dignidad democrática, por respeto a la ciudadanía, por consideración hacia las instituciones y por pura supervivencia política, hace mucho tiempo que Rajoy debería, al menos, haber dado explicaciones en el Congreso y debería hacerlo sin que mediara moción de censura alguna.