NO deja de ser paradójico que una alianza política como la Unión Europea tejida a partir de acuerdos de índole económico haya terminado rindiéndose al poder externo de la economía. La violenta recesión con origen en la crisis financiera ha aflorado con extrema crudeza todas las debilidades que la construcción europea, por acción y omisión, ha ido acumulando desde que en 1958 naciera la Comunidad Económica Europea. El drama y la esperanza de esta situación es que la ciudadanía europea, quizá más que nunca, ha tomado conciencia de las fallas que el actual sistema ha ido generando. En esa clave habrá que hacer la lectura cuando dentro de un año se celebren las elecciones al Parlamento de Estrasburgo, una prueba de fuego a la que la UE llegará con el europeísmo en cotas mínimas -los partidarios de la Unión han caído al 45%, 15 puntos menos que hace un año-, lo que invita a pensar que la abstención en esos comicios volverá a ser histórica, tras la cota récord del 57% que ya marcó en 2009. Quizás la gran debilidad de la alianza que Europa ha construido pueda residir en que no ha apostado con convencimiento por la unión política, lo que ha derivado en que, incluso en el ámbito económico donde se ha profundizado hasta niveles tan importantes como la moneda única, la política ha perdido ámbitos de decisión en favor de los aparatos económicos y financieros. El ejemplo más evidente puede ser el modelo de ascenso y caída de los países rescatados en la zona euro. Grecia, Portugal o la misma España han recorrido caminos paralelos a la evolución que tuvieron los beneficiarios de hipotecas subprime en EEUU, que primero se infló la burbuja sin tener en cuenta los riesgos y luego se asfixió a esos titulares para cuadrar los balances. Y en esa clave de rendición de la política no sólo se comprende el bloqueo de iniciativas como la unión bancaria o la lucha contra los paraísos fiscales, sino también que la ciudadanía mire a Europa cada vez con más desconfianza, cuando no con absoluto rechazo. Porque la UE -un hermoso sueño con muchas potencialidades- puede acabar convertida en un trasunto venido a menos de la troika, quien se encarga de que cuadren los números sin pensar en que detrás de esos números hay personas.