Como lo noticiable es lo inusual, resulta comprensible que del txupinazo de ayer se resalte el hecho inédito de que se retrasase 18 minutos. Esta anomalía tuvo como origen la colocación de una gran ikurriña ante la misma fachada del Ayuntamiento, un acto extemporáneo e inoportuno porque su único objetivo era menoscabar la normalidad del mágico momento en una palmaria muestra de irresponsabilidad y provocación. Ahora bien, tampoco debe olvidarse que esa inapropiada reivindicación de la ikurriña obedece a una actitud hostil de los sucesivos equipos de gobierno de Pamplona con una bandera apreciada por una parte relevante de la sociedad que UPN ha perseguido con saña y con un talante notoriamente antidemocrático. Es decir, que lo ocurrido ayer no es sino otro signo de la secular retroalimentación de los polos, asidos a la defensa de distintos símbolos en una obscena instrumentalización de los mismos. Quienes ayer usaron arteramente la ikurriña, en un ardid que desaprueba la mayoría social, no solo ultrajaron la enseña sino que dieron pábulo a quienes la desdeñan. Entre los que cabe incluir al alcalde de la capital navarra, quien contribuyó a alimentar a los pretendidos abanderados de la ikurriña por lo que le costó a través de la Policía Municipal replegar la enseña tras decidir condicionar a su retirada el lanzamiento del cohete. Casi media hora, lo que en esa plaza pudiera perfectamente haber redundado en una tragedia, un matiz nada baladí precisamente para quienes tanto enfatizan el orden público. Y sin olvidar que, prendida ya la mecha, UPN planteó un texto al resto de los grupos con representación en el Ayuntamiento pamplonés para, aprovechando el rechazo a la colocación de la ikurriña, colar de rondón sus consideraciones partidistas justo a continuación de instar a los demás a excluir la política de la fiesta, que afortunadamente tomó las calles al instante merced a las tradicionales espontaneidad y algarabía ciudadanas. Tras este controvertido arranque, habrá que apelar una vez más a las cordura de todos, también de las instituciones navarras en lo mucho que les toca, deseando que el jolgorio sirva también para aliviar las penalidades por la crisis económica. Muchos alaveses lo estarán viviendo ya en primera persona.