ESTUVO felizmente inspirado ayer el nuevo portavoz del grupo parlamentario del PP vasco, Borja Sémper, arrancando el día en Twitter con un "Zapatero se consolida como el mejor ex-presidente de gobierno". El mensajito iba dirigido al misil tierra-aire que la noche anterior había dirigido uno de nuestros jarrones chinos más destacados -con permiso del autor, Felipe González-, el inefable José María Aznar, a Mariano Rajoy, haciendo buena aquella acertada frase de Winston Churchill: "No se equivoque joven, aquéllos de allí son nuestros adversarios, si quiere contemplar a nuestros enemigos debe darse la vuelta". Le golpeó tanto y tan fuerte Aznar al Gobierno Rajoy que, la verdad, aquello parecía el club de la lucha. Supongo que Rajoy se fumaría después un reconstituyente puro de indignación y plancharía la oreja tan tranquilo. Lo más significativo del alegato onanista que se dedicó Aznar en prime time es ese convencimiento mesiánico que le adorna, ese interés en enredar con su presunta disposición a volver a la primera línea: "Cumpliré con mi responsabilidad, mi conciencia, mi partido y mi país". Siempre me ha llamado la atención esa especie de exhibición de sacrificio que hacen algunos por responsabilidad con el país. El elegido, Neo hallado por Morfeo para liberar Sión. Éste es el paso dos. El uno es hablar de uno mismo en tercera persona, tipo Julio César conquistando la Galia, y luego todo acaba con la firme promesa de que la Historia juzgará tus actos porque, claro, los simples mortales no somos dignos de hacerlo.
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