EL fracaso colectivo que ha supuesto la retirada del proyecto de Presupuestos de Euskadi para 2013 y la consiguiente prórroga de las Cuentas de 2012 ha podido generar en la sociedad vasca una lógica inquietud, así como cierto grado de frustración tanto por las posibles consecuencias negativas que se puedan derivar dada la situación económica como por la incapacidad mostrada por los partidos para alcanzar un acuerdo. La política cortoplacista y los deseos de la oposición de propiciar una derrota al Gobierno de Iñigo Urkullu antes que negociar en serio para alcanzar un acuerdo realista han logrado su objetivo. Nunca una falta de acuerdo y la consiguiente generación de una situación objetivamente negativa para el país habían generado tal nivel de satisfacción en una oposición que se reclama responsable. Con todo, lo hecho, hecho está. Y lo que ahora toca es abandonar de forma definitiva las políticas de bloqueo y mirar al presente y al futuro con nuevas actitudes proactivas y de arrimar el hombro entre todos. Los mensajes del Gobierno Vasco en el sentido de que la prórroga presupuestaria -que, técnicamente, está en vigor desde el pasado 1 de enero-, con ser un elemento negativo, no supone un drama porque pueden seguir adoptándose medidas para frenar los efectos de la crisis y generar actividad económica vienen a confirmar que, en efecto, el Ejecutivo va a seguir trabajando en sus líneas básicas. Entre ellas, el plan de empleo y otras medidas ya avanzadas para el relanzamiento de la economía. La rebaja en los objetivos del déficit anunciada por el Gobierno español el pasado viernes viene también a suponer un respiro para el gabinete de Urkullu, que podrá contar con cerca de 330 millones más de gasto. Esto es, Euskadi cuenta, aun sin presupuestos, con cierto margen de maniobra para seguir adelante. Otra cosa es la derivada política de la ausencia de un acuerdo mínimo entre partidos. Mal harían unos en buscar revanchas estériles y otros en su persistencia en que el Gobierno muerda el polvo a la mínima oportunidad que se les brinde. Tras esta amarga experiencia de la política de bloqueo, debe imponerse la del diálogo y el acuerdo. De pactos básicos, de largo alcance, de responsabilidad compartida, que impliquen a todos y atiendan a las demandas mayoritarias de la ciudadanía.
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