si el panorama político en la CAV se va encarrilando, mal que bien, por un esperanzador camino de normalización política y la principal inquietud se centra ahora en la búsqueda de una salida a la crisis, la política en Navarra se encuentra, en cambio, sumida en un clima de convulsión e indignación social en el que habría que remontarse a los tiempos del expresidente Gabriel Urralburu en los años ochenta para buscar un precedente similar. La presidenta Yolanda Barcina se enfrenta hoy en el Parlamento a la primera moción de censura en la historia de esta comunidad, una iniciativa que decaerá por la abstención de los socialistas -presos de su histórica connivencia con la derecha y la implicación de su líder, Roberto Jiménez, en el cortijo del barcinato hasta su expulsión del Gobierno de coalición-, pero que encierra una gran significación política. Y es que el escándalo que han supuesto los vergonzosos sobresueldos y dietas que cobraban Yolanda Barcina, su consejero de Economía Álvaro Miranda, su antecesor en el Gobierno Miguel Sanz y el actual alcalde de Pamplona, Enrique Maya, por las supuestas reuniones que se inventaban en un órgano de Caja Navarra integrado por los cuatro y que funcionaba en secreto -como ha venido desvelando con detalle la cabecera navarra del Grupo Noticias- ha clamado al cielo. El exconsejero, el expresidente y el actual alcalde han ido desfilando estos días por la Audiencia ante una juez que se ha armado de valor para imputarles por estos hechos. Pero los tres han escurrido el bulto con vaguedades y una sobrevenida amnesia selectiva, incurriendo en numerosas contradicciones, sin poder justificar sus sobresueldos opacos y dejando en el aire las principales incógnitas sobre el funcionamiento que tenía un chiringuito por el que se lucraban a cargo de Caja Navarra hasta la desintegración de la entidad financiera y su absorción por La Caixa. Barcina no ha sido imputada, pues está todavía escondida en su aforamiento como parlamentaria foral, pero se queda ahora en el punto de mira desde el punto de vista político, judicial y moral. La presidenta del Gobierno navarro podrá salvar hoy, gracias al PSN, la moción de censura que apoyarán todos los grupos de la izquierda vasquista, pero su figura es ya un cadáver político andante.
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