NO sé ustedes, yo tengo muchas dudas con esto de los escraches. Creo que en democracia están fuera de lugar las protestas, por legítimas y justificadas que estén, que invadan la intimidad de otras personas, por deslegitimadas y culpables que éstas sean. Es más, creo que puede ser un riesgo, un entorno propicio para que alguien acabe perdiendo el control y cometiendo una estupidez. Por otra parte, estas consideraciones, me parece, desvirtuan las justas reivindicaciones de quienes promueven las protestas en la medida en que dan munición a quienes prefieren situar el foco, no sobre el objetivo inicial -en este caso el drama de los desahucios-, sino sobre el derecho o no a ejercer esa presión. Dicho todo esto, recuerdo que hasta aquí no se ha llegado por generación espontánea. En este país, los que el día par defienden el Estado de Derecho y hablan de niños inocentes sufriendo la presión de grupúsculos proetarras con tácticas de la Alemania nazi, el día impar se habrían pasado por el arco del triunfo sin ni siquiera debatirla una Iniciativa Legislativa Popular respaldada por casi 1,5 millones de firmas si no hubiera sido porque las plataformas antidesahucios montaron la que montaron. Señores políticos, estimadas entidades financieras, ustedes han enseñado a la ciudadanía que solo se mueven -y poco- si se suicidan personas y el personal llega a tal grado de indignación que incluso los más indiferentes expresan su hartazgo. El fin no justifica los medios, ni aunque el fin sea paliar un drama como el de los desahucios, pero los cargos públicos deberían servir a la ciudadanía, al menos podrían intentarlo.